Abráceme, sí, abráceme,
hágalo. ¿Puede sentir el latido de mi corazón?, ¿Puede observar como mi cuerpo
tiembla?, ¿Puede percibir mi helada sangre que calienta poco a poco porque su
espíritu está junto al mío?, basta de tantas preguntas, ambos sabemos las
respuestas. Quiero que me abrace hasta que el sol entre por la ventana, hasta
que la electricidad que siento cuando me toca disminuya un tanto y admita que
ya nos conocemos lo suficiente como para sentir timidez. Tome mi estructura
ósea y júntela con la suya. Cuando me abraza mi cuerpo puede degustar el estar
en casa, si su cuerpo se retira, el mío se encoge y se abraza a sí mismo porque
su ausencia hace que en mi interior sea invierno. Si su mirada ya no penetra la
mía, nada tiene sentido, todo se oscurece y ni siquiera las sombras se pueden
notar. Si su respiración no se concibe, todo alrededor agoniza, como fuente de
oxigeno que es, me es necesario, y sin el dióxido de carbono que expulsan sus
fosas nasales, curiosamente no puedo vivir. Que el rozar sus manos en mis
piernas, nalgas, costado y espalda nunca falte, porque entonces mi ser se
marchitará, se congelará, se quebrará. La juventud de mi piel se mantiene si me
toca, que mi templo le pertenezca no me debilita, me enorgullece. Usted y yo
somos uno si nos juntamos, siluetas perdidas en deseo que se encienden como una
chimenea el día de navidad, como una fogata en el bosque en una noche helada,
como el incendio que carcome mi interior cuando susurra en mis oídos todo lo
que desea experimentar conmigo, todo lo que deseo experimentar con usted. Ebrio
puedo observarle tambalear, y no hay nada que no anhele más que verle desnudo,
reunirme con usted, abrazarle, besarle, morderle, saborearle, fuerte, lo más
fuerte posible. Abráceme, sí, abráceme, hágalo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario