viernes, 17 de marzo de 2017

Abráceme,

Abráceme, sí, abráceme, hágalo. ¿Puede sentir el latido de mi corazón?, ¿Puede observar como mi cuerpo tiembla?, ¿Puede percibir mi helada sangre que calienta poco a poco porque su espíritu está junto al mío?, basta de tantas preguntas, ambos sabemos las respuestas. Quiero que me abrace hasta que el sol entre por la ventana, hasta que la electricidad que siento cuando me toca disminuya un tanto y admita que ya nos conocemos lo suficiente como para sentir timidez. Tome mi estructura ósea y júntela con la suya. Cuando me abraza mi cuerpo puede degustar el estar en casa, si su cuerpo se retira, el mío se encoge y se abraza a sí mismo porque su ausencia hace que en mi interior sea invierno. Si su mirada ya no penetra la mía, nada tiene sentido, todo se oscurece y ni siquiera las sombras se pueden notar. Si su respiración no se concibe, todo alrededor agoniza, como fuente de oxigeno que es, me es necesario, y sin el dióxido de carbono que expulsan sus fosas nasales, curiosamente no puedo vivir. Que el rozar sus manos en mis piernas, nalgas, costado y espalda nunca falte, porque entonces mi ser se marchitará, se congelará, se quebrará. La juventud de mi piel se mantiene si me toca, que mi templo le pertenezca no me debilita, me enorgullece. Usted y yo somos uno si nos juntamos, siluetas perdidas en deseo que se encienden como una chimenea el día de navidad, como una fogata en el bosque en una noche helada, como el incendio que carcome mi interior cuando susurra en mis oídos todo lo que desea experimentar conmigo, todo lo que deseo experimentar con usted. Ebrio puedo observarle tambalear, y no hay nada que no anhele más que verle desnudo, reunirme con usted, abrazarle, besarle, morderle, saborearle, fuerte, lo más fuerte posible. Abráceme, sí, abráceme, hágalo.

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