Me encuentro extraviado en la
mitad de algo, donde existe todo, pero nada es palpable. Allí puedo observar
como su cuerpo realiza movimientos con la seguridad que le caracteriza, me pide
que me acerque a él. Lento pienso y mi cerebro inicia un recorrido, si cierro
los ojos puedo recrear un laberinto por el que atravieso para llegar a su piel.
Estoy mirándolo, puedo apreciar los labios carnosos, las gruesas cejas, y los
ojos castaños, lo olvido todo. Se sintió como pisar un montón de algo que nunca
estuvo, sólo la cordial e inacabable caída, había recorrido cuidadosamente
aquel enredo mental para llegar a su morada y entonces terminé fallando,
cayendo, olvidando. Sus manos habían conectado con las mías, pero no se sentía
cálido, la unión congelaba quienes éramos, obligando a establecer una galaxia
entre nosotros, poniéndonos al margen, incluso mirarnos nos perjudicaba, me era
ineludible olvidar, olvidarlo. Tomé de nuevo sus manos y no respiré más, susurré
su nombre en un intento fallido de tenerlo presente hasta el fin, pero sonó más
como un gemido, no estaba muy claro si había sido producido por tanta agonía o
si venía acompañado de placer por poder tocarlo. El contacto nos estaba aniquilando
de la manera más despiadada, eliminando nuestros recuerdos y las almas que representábamos,
su mirada tenía la cualidad de poder expresar sentimientos, podía ver su
sufrimiento reflejado en ella, imploraba que lo soltara, él no se atrevía a
decirlo o a llevarlo a cabo porque en la profundidad de sus pupilas se manifestaba
la necesidad de tenerme a su lado, incluso en medio de tanto caos. Al parpadear,
descubrí con mi vista cerrada y con el choque de mis pestañas que sus besos
seguían en mis recuerdos, transitando y perdidos en aquel laberinto desolado y
tenebroso que mi mente había diseñado, quizás lo complejo de este mismo era
para que el suprimirlo no fuese nada sencillo. Estaba entumecido y atemorizado,
mis rodillas se doblegaban anunciando la derrota, las lágrimas caían de su lado
y del mío, lo besé como nunca, como siempre, solté sus lívidas manos, abracé su
cuerpo y accedí a olvidarlo.
Ilustración por @cristianjqp
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