jueves, 4 de febrero de 2016
Pequeña Sofia
Salí a caminar porque quería fumar un cigarrillo y no podía hacerlo en casa, la única compañía que tenía era la de mi teléfono y mis audífonos, estaba oyendo Ultraviolence de Lana Del Rey , eran aproximadamente las 18:30 horas y aún quedaban pequeños rastros de sol. Desde enero no llovía y extrañaba que lo hiciera. En menos de 5 minutos lo único que quedaba era una oscuridad que me intimidaba un poco, los faroles no alumbraban como deberían, cuestioné en mi mente por qué pero me detuve, era inútil pensar en ello, a mi lado pasó un señor de una edad avanzada, sus ojos lucían cansados, y su vestimenta un tanto sucia, me golpeó levemente con su hombro, sentí algo de miedo y escuché como algo golpeó la grama maltratada en donde yacían las hojas secas de los árboles, seguí mi camino sin pensar mucho en ello e ignorando el escalofrío que recorría mi cuerpo, unos segundos después, miré hacia atrás y ya no había nadie, supongo que por mi cansancio emocional imagine el reencuentro con aquel adulto de edad avanzada. Cuando estaba de vuelta encontré una pequeña caja de madera y no dudé en recogerla, al admirarla pude observar que tenía grabado el nombre de Sofia en la parte superior, la abrí y me encontré con una argolla dorada y una piedra verde, también había una rosa seca, y una carta escrita en letra cursiva, esta decía “Pequeña Sofia, de cabello dorado como el oro, de cabello dorado como los rayos del sol, de ojos azules como el mar, de ojos azules como el cielo, ¿recuerdas cuando solíamos tener 18 años y nos amábamos tan profundamente?, ¿recuerdas como nos uníamos el uno con el otro cuando nadie nos observaba?, ¿qué hay de todas esas veces que bailamos debajo de la luna mientras cantabas blues con tu dulce voz?, la edad se nos vino encima y no me di cuenta en qué instante te perdí, en qué instante me perdí a mí, desearía tanto poder tenerte al menos por 5 minutos más, pero todo esto es inútil y sólo hallo paz escribiendo cartas que nunca podrás leer, sin embargo no logro suprimir la tristeza que acompaña tu recuerdo. Olvidando tu rostro, perdiendo la medida de tu mano entrelazada con la mía, el aroma de tu cabello se ha perdido y no hay día que no extrañe sentir tu mentón en mis clavículas. Pequeña Sofia, espero que esta no sea mi última carta sin dirección, espero poder besar tus labios nuevamente, espero verte sonreír nuevamente cada mañana y espero perdernos jugando con nuestros cuerpos, dejando que el deseo nos guíe cada noche antes de verte dormir en mi pecho, no sabes cuanto amo amarte, hasta pronto mi pequeña Sofia... ”
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