miradas.

Sus labios, tan rojizos, perfectos para tener contacto con ellos. Tocó mi rostro y comentó que tan suave era, él tan astuto e inteligente, sus gafas redondas y grandes le agregaban un toque intelectual lo hacía lucir atractivo. Tocando con su mano izquierda mis cejas, acercó sus labios a mi oído derecho y susurró dulcemente que le agradaba poder tocar cada facción de mi rostro sin mi permiso, sin que yo se lo prohibiese, yo simplemente me sonroje, entonces me besó, así, sin aviso previo, sin señal alguna, fui torpe al inicio, no sabía que hacer y mi corazón comenzó a latir fuertemente, mis ojos no demoraron en cerrarse, toque su pecho y pude sentir cuán alterado estaba su latido, me concentre entonces en sentir sus suaves labios, en jugar con su lengua, en descifrar si sus besos sabían a hierbabuena o a menta. Sus brazos rodearon mi cuerpo y yo no dudé en hacer lo mismo, era delgado, como el mío, él media tal vez unos 5 centímetros de más, paseaba por mi espalda con sus curiosos dedos y besaba mi cuello mientras jalaba con delicadeza mi cabello. Cuando nos detuvimos, pude mirarle directamente a los ojos, y eran claros, su pupila se hacía notar más de lo normal, y me preguntaba si era por el cigarrillo de marihuana que acabábamos de fumar o si era alguna reacción a aquellos besos que acabábamos de compartir, cuando lo miraba me perdí un poco, él lo notó, me tomó de la quijada y me llevó a sus labios una vez más, me detuve y por instinto me escondí de su mirada, podía sentir como mi audio estaba un poco sensible, escalofríos viajaban por mi cuerpo y sentía electricidad en mis dedos, decidí salir de mi escondite, éste era su cuello, yo estaba tan cerca de sus marcadas clavículas, no podía parar de observarlo. Tomé su mano y entonces la besé, seguido de ello lo miré a los ojos, por última vez, le susurré cuán atractivo era, miró a mis ojos, besó mis labios, abrazó aún más fuerte mi cuerpo y desapareció, yéndose como una nube gris de ceniza...