No entiendo qué ocurre en mi cerebro que no te suelta, quiero suprimir del todo cada pequeña expresión de tu rostro, me ahoga el verte cuando cierro los ojos. Los cigarrillos se están acabando, y aún no logro llenar el vacío que dejaste, ¡como si un poco de cáncer fuese a hacerlo!, tal vez nunca debí haber respondido a tu llamado, ¿pero cómo no?, si llamas y corro, donde sea que vayas, quisiera estar... El reloj de arena dejó caer sus últimos granos de su parte superior, y en caso de poder invertirlo, lo haría, pero no puedo con el hecho de que no te hago feliz. Extraño tus almohadas, aquella cobija que abrigaba mi cuerpo, el olor a humedad de aquella habitación color hueso, extraño el cuerpo que acompaña tu alma, el latido de aquel frío corazón, siempre extraño porque vivo en los recuerdos, en nuestros recuerdos. Voy por la calle buscando tus pestañas, con el miedo de encontrarte, con el miedo de no hacerlo, y tengo que confesar que sólo hallo paz cuando expulso nicotina, porque siento que eres eso, un cigarrillo, vienes a mi, cálidamente, me habitas y después simplemente te marchas, como una nube de humo, como cenizas que van a parar al suelo, como un simple filtro sin su tabaco, eso eres, un cigarrillo, cargado de mil y un año de recuerdos...
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