Estábamos en la misma habitación, en diferentes camas y comenzó a susurrar cosas que no alcanzaba a escuchar claramente, después dijo que dormiría, sin embargo no lo hizo, volvió a hablar, y esta vez dijo “he venido hasta acá por un abrazo y hasta el momento no he recibido el primero", mi mente colapsó y mi cuerpo quedo inmóvil por un instante, después cuando pude reaccionar, me levanté y me escondí en su cálido cuerpo, le abracé con tanta fuerza, como si le conociera de antes, como si esa fuese la ultima vez que le pudiera a ver, le abracé y él me miró fijamente a los ojos, aún con tanta oscuridad sus ojos color avellana se hacían notar, él sin pensarlo me besó, fue delicado, mientras nos conocíamos, la temperatura subía y ya no éramos dos siluetas conociéndose sutilmente, nuestras pijamas empezaron a desaparecer de nuestros cuerpos y me detuve, tenía tanto miedo, tenía miedo de enamorarme de él, estaba asustado de alguien que lucía tan inofensivo, le pedí que se detuviera, se avergonzó tanto y sólo decía “soy un idiota, soy un idiota, no quería hacerte daño, no quería que pensaras que estoy acá sólo por esto, lo lamento", tomó mis manos y las besó, pidió que cerrara mis ojos, y prometió cerrar sus ojos, también prometió no conocer mi cuerpo hasta que se lo permitiera, le besé y él me protegió con sus brazos, me contó acerca de él, y me llevó a conocerlo, tiempo después cayó dormido, abrigándome con sus velludas y fuertes piernas, pegaba pequeños salto y yo le acariciaba para calmarlo, sin duda alguna él era una obra de arte, de esas que son difíciles de adquirir... Aquella noche fue la primera vez en la que preferí no dormir sólo para observarle dormir como un niño.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario