Ebrio estaba, también un tanto drogado, él era unos 6 ó 7 centímetros más alto, estábamos solos, encendió un cigarrillo y me señaló con uno, yo lo tomé, lo encendí e inhalé la nicotina suficiente como para exhalar una gran cantidad de humo, su ventana se encontraba cerrada, y no se podía observar el crepúsculo a causa de la cortina azul naval con bordes dorados que le acompañaban. Se dirigió a su equipo de sonido con el cigarrillo en sus carnosos labios y claramente mis oídos pudieron reconocer que se reproducía Real Life del álbum Beauty Behind Madness por The Weeknd. Miró a mis ojos y yo a los suyos desde luego, sus pupilas dilatadas eran fascinantes, sus pestañas eran largas y pobladas, así como sus cejas, y a mi en lo personal me atraía que fuesen así, él sabía lo que hacía, tenía el poder de seducir a cualquiera, inclusive si le odiasen... Se acercó delicadamente y rozó mis labios con los suyos, sonrió y preguntó si todo andaba bien, yo intenté no ser tan evidente y respondí afirmativamente con serenidad, esta vez fui yo quien le besó, retiré el suéter rojo opaco con líneas azules de su cuerpo, el cual era un obsequio de su padre por sus cumpleaños el pasado octubre, e inmediatamente accedí a que él retirara mi camiseta gris. Nuestras manos exploraron cada parte de nuestros pechos, yo exploré su pálida espalda, la besé y conté una que otra peca de la numerosa cantidad que tenía, bajé sus jeans y bajé los míos, eramos dos sujetos perdidos en la lujuria y en el amor, lo suficientemente responsables para determinar que no importaba si estuviese bien o mal, ahora no sólo se trataba de deseo sexual, esta no era la primera vez, no éramos desconocidos. Llevé su velludas piernas a mis hombros y delicadamente hice presión mientras le besaba los labios, también llegué a morder su mentón, sus hombros, sus tetillas, a olfatear su poblada barba, su cuello, no era más que un trabajo mutuo, donde el uno le permitía a el otro la unión de ambos, era un intercambio de miradas, sensaciones, gemidos, movimientos, posiciones, orgasmos... Era la sana liberación de toda la furia que pudiese estar en nuestro interior, el clímax de nuestros cuerpos. Todo estaba acorde a dicha situación, la música, la temperatura, el olor a cigarrillo y a sexo, nuestros cuerpos desnudos... Finalmente, encendiendo un cigarrillo, me abrazó, ambos al descubierto, sin pena alguna, ya nos conocíamos lo suficiente, susurró a mi oído, "te amo", yo le respondí casi inmediatamente que también lo hacía, y besé su frente. Él era peligroso para mi, porque me conocía como nadie, sabía cuando intentaba no ser tan evidente, él era peligroso para mi, e inclusive así, yo no podría separarme de él, era el amor de mi existencia.
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