En Santiago, con noches de otoño, frío, volado e hipnotizado, yo. Las ondas musicales, los
sonidos impecables y repentinos que fascinaban cada rincón de mi oído llevándome a pensar en la
pequeña frontera que existía entre un templo y otro, el techno. Mente sólida que entregando
información genera interés y fascinación, un cuerpo delgado y con curvas atractivas, él.
Besando sus labios con sabor a durazno y jugando con la fricción de dos cuerpos drogados,
introducía mi todo en su universo que generaba pliegues y quiebres entre galaxias violetas que
expresaban sus ojos dilatados, su cuello y rostro rojos por los rastros de la asfixia, mientras
generaba gemidos que entraban en la mezcla violenta que sonaba detrás y sincronizaba nuestros
pensamientos deseando una sola cosa. 1, 2, 3, 4. 1, 2, 3, 4. 1, 2, 3, 4. ,1, 2, 3, 4. Entra el beat.
Saliva cayendo en mi pecho, tan líquida y fina como de manantial. El terremoto
derramando fluidos bajos y altos, con visuales oscuras y parpadeantes, brazos destilando euforia
perdurable. La vida que llamamos vida se traga a si misma, invade, expande y regresa, péndulos
nos convertimos, eso somos, venimos y vamos, nos vamos, llegamos y estamos tostados en placer,
estamos.
Mi mente acelera y salta, salta en paraísos inexistentes, se lo lleva a él, su templo se
retuerce y propaga, el mío lo imita y se llena de gloria. El techno eterno se adentra en mi cuerpo,
se toma las venas y evoluciona mi ser, lo abraza y sofoca, lo deja marcar. Terreno adentro, hacia la
nueva creación que elonga instrumentos naturales oriundos de bocas que conocen el goce carnal,
descubro la vida real entre un respiro profundo por cada fosa nasal y mi visión recrea lo que mi
cerebro quiere expresar, se dan permiso y se genera una hendedura, pequeña, violeta, delicada,
con ella en su centro, un agujero que simulaba una puerta, flores, electricidad, cejas, mis ojos idos.
El deseo era el dios y nosotros sus discípulos.
Mi mirada reunida con la suya y su figura generan una explosión visual. Estoy sintiendo y
existiendo con todo lo que está ocurriendo. Estoy realmente en esto y puedo observar como a lo
lejos mueve su cuerpo, a un lado, a otros, sus brazos bailan al ritmo del fisting y toca la canción
que suena en la habitación, suena mientras yo bailo eufóricamente y contando hasta el 4, aterrizo
a mi dimensión.
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