martes, 19 de enero de 2016

Diciembre 19

Encendió su primer cigarrillo y el final de este era tan rojo como el color de su cabello, pero el olor a nicotina no se comparaba ni un poco a el olor de su cabello, recuerdo que cuando mi nariz alcanzaba a olfatearlo mi mente daba un viaje a aquel paseo que me llevó a dar mi abuelo meses antes de fallecer. Ella, su cabello y aquel peculiar aroma hacían que recordara aquel fresco jardín de rosas blancas bajo aquellas nubes grises junto con relámpagos de ese magnífico día. Ella simplemente inició ese cigarrillo, era su primera vez y no se asfixió como el resto, parecía una experta, era tan hermosa, aquella delgada y alta silueta pálida con grandes ojos que transmitían deseo, sus lunares lucían como constelaciones y su piel era el espacio. Ella no sabía lo que significaba, estaba segura que yo le amaba, inclusive con sus marcas y con sus desastres. Era indomable, impredecible, estaba llena de juventud, de furia, podría con cualquier cosa, estaba llena de misterios, era una caja de sorpresas y mi madre odiaba su presencia. Yo sólo quería perderme, perderme con ella, y ella estaba dispuesta a perderse y a enamorarse conmigo, éramos nosotros 2, compartiendo tardes y noches de verano, desgastando nuestros pulmones, recuerdo que ponía sus manos en mi cuello y el mundo se desbordaba y quedábamos ella y yo, en el clímax de nuestro frenesí. Ella encendió su primer cigarrillo, yo fui quien se lo dio, no estaba muy seguro de ello, sabia que le amaba con sus marcas y sus desastres, sólo quería perderme y enamorarme con ella, no quería nada más...

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